lunes, 27 de agosto de 2007

Enrique VIII y Ana Bolena

Al representar una obra de teatro para el rey Enrique VIII, dicho rey queda flechado con la hermosura de Ana y empieza a cortejarla. Pero Ana tenía bien claro que no iba a ser amante del rey; su propia hermana María lo había sido. Ella aspiraba a algo más, era más inteligente. Tenía unos ojos hermosos, una gracia única; su facilidad para tocar instrumentos musicales, bailar y declamar la hacían una mujer muy atrayente.

Obviamente, Enrique se enamoró de ella, incluso se separó de la Iglesia Católica, de la cual lo habían llamado "Defensor" para poder dejar a su legítima esposa, Catalina de Aragón y declarar bastarda a su hija María Tudor. Asesorado por Thomas Cromwell se declara Jefe de la Iglesia en Inglaterra e instituye el Anglicanismo. Y así, el 25 de enero de 1533 por la noche, sin invitados ni avisos, contrae matrimonio con Ana Bolena, creada Marquesa de Pembroke por el rey, para que ella tuviera un rango noble. Ana se vengó del Cardenal Tomas Wolsey, consiguiendo que Enrique lo mandara a la Torre y le quitara su palacio de Hampton Court y sus bienes. Sin embargo, el Cardenal muere un poco antes de llegar a su destino final; pero esto es una demostración de que la ambición y el poder habían hecho presa de Ana.

"La Más Feliz de las Mujeres" como ella misma se llamó al poder casarse con Enrique. Intentó con ahínco tener un heredero y, por fin, cuando quedó embarazada, una bruja le vaticinó que tendría el más grande monarca inglés. Sin embargo, tuvo una niña a la cual llamó Isabel, como la madre de Enrique. Enrique se decepcionó muchísimo, inclusive dijo que había sido embrujado por ella y que le había mentido. Ana intentó tener otro heredero, el cual perdió, y con él también su favor ante el rey, quien ya había conocido a una de sus damas de compañía, una mujer regordeta y no muy agraciada cuyo lema era "Nacida para obedecer y servir". Esta mujer era Juana Seymour, apoyada por el partido que no quería a los Bolena.


Thomas Cromwell, el mismo que había ayudado a Enrique a idear cómo deshacerse de Catalina de Aragón, concibe un plan para deshacerse también de Ana. Le cuenta al rey que Ana tiene romances con su músico, Smeaton, sus amigos e inclusive con su propio hermano, George. A su músico lo torturan y confiesa tener amoríos con la reina. Jane, su cuñada y esposa de George, apoya todas las acusaciones por celos y llevan a juicio a Ana, reina de Inglaterra. Su padre, hombre ambicioso y muy cruel, no sólo le indicó que debía obedecer en todo al rey, sino que la abandonó e inclusive declaró contra ella en el juicio.

El 2 de mayo de 1536 es detenida y conducida a la Torre de Londres, y en su juicio es declarada culpable de adulterio, incesto, herejía, traición y actos contra el rey; no había otra opción, el rey ya no la quería, ahora tendría una nueva reina y nunca quiso escucharla. La mandó a la Torre de Londres y le arrebató a Isabel, nombrándola bastarda (17 mayo 1536).

Ana le envió una carta a Enrique pidiéndole piedad aún antes de la ejecución, la cual fue interceptada por Cromwell y destruida. Ana, como toda una reina, como siempre había sido, altiva y con una gran dignidad, se presentó el día de su ejecución con el cabello levantado y demostrando una gran entereza.

Fue ejecutada en la Torre de Londres con una espada, por un verdugo francés, ambos especialmente traídos de Calais para su muerte, el 19 de mayo de 1536, antes de ello sus últimas palabras fueron para su verdugo: "No te daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino". Fue sepultada en la cercana capilla de San-Pedro-ad-Vincula, en la Torre.

viernes, 24 de agosto de 2007

Orfeo y Eurídice

Cuentan que cuando Orfeo tocaba no sólo los hombres, animales y dioses se quedaban embelesados escuchándole, sino que incluso la Madre Naturaleza detenía su fluir para disfrutar de sus notas, y que así, los ríos, plantas y hasta las rocas escuchaban a Orfeo y sentían la música en su interior, animando su esencia. Más de una vez este mágico don le ayudó en sus viajes, como cuando acompañó a los Argonautas y su canto pudo liberarles de las Sirenas, o pudo dormir al dragón guardián del vellocino de oro. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión...

Además de músico y poeta, Orfeo fue un viajero ansioso por conocer, por aprender... estuvo en Egipto y aprendió de sus sacerdotes los cultos a Isis y Osiris, y se empapó de distintas creencias y tradiciones. Fue un sabio de su tiempo.Con tantas cualidades, no era de extrañar que las mujeres le admiraran y que tuviera no pocas pretendientes. Eran muchas las que soñaban con yacer junto a él y ser despertadas con una dulce melodía de su lira al amanecer. Muchas que querían compartir su sabiduría, su curiosidad, su vitalidad.

Pero sólo una de ellas llamó la atención de nuestro héroe, y no fue otra que Eurídice, quien seguramente no era tan atrevida como otras y puede que tampoco tan hermosa... pero el amor es así, caprichoso e inesperado, y desde que la vio, la imagen de su tierna sonrisa, de su mirada brillante y transparente, se repetían en la mente de Orfeo, que no dudó en casarse con ella. Zeus, reconociendo el valor que había demostrado en muchas de sus aventuras, le otorgó la mano de su ninfa, y vivieron juntos muy felices, disfrutando de un amor que se dice que fue único, tierno y apasionado como ninguno.


Pero no hay felicidad eterna, pues si la hubiera, acabaríamos olvidando la tristeza, y la felicidad perdería su sentido... y también en esta ocasión sobrevino la tragedia. Quiso el destino que el pastor Aristeo quedara también prendado de Eurídice, y que un día en que ésta paseaba por sus campos, el pastor olvidara todo respeto atacándola para hacerla suya. Nuestra ninfa corrió para escaparse, con tan mala fortuna que en la carrera una serpiente venenosa mordió su pie, inoculándole el veneno y haciendo que cayera muerta sobre la hierba.

En las orillas del río Estrimón Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente, que todas las ninfas y dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo. Camino de las profundidades del inframundo, tuvo que sortear muchos peligros, para los cuales usó su música, ablandó el corazón de los demonios, e hizo llorar a los tormentos (por primera y única vez). Llegado el momento, con su música ablandó también el corazón de Hades y Perséfone, los cuales permitieron a Eurídice retornar con él a la tierra; pero sólo bajo la condición de que debía caminar delante de ella, y que no debía mirar hacia atrás hasta que ambos hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a Eurídice.


A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto, incluso cuando pasaban junto a algún peligro o demonio, no se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien. Llegaron finalmente a la superficie y, por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para verla; pero ella todavía no habia sido completamente bañada por el sol, todavía tenía un pie en el camino al inframundo: Eurídice se desvaneció en el aire, y ahora para siempre.

jueves, 23 de agosto de 2007

Julio César, Cleopatra y Marco Antonio


Con tan sólo 18 años, Cleopatra quería reinar sola, pues consideraba que su hermano era demasiado joven para gobernar Egipto.
En el año 40 a. de C., con la ayuda de Julio César, destituyó a su hermano-esposo, con quien compartía el trono. Los matrimonios entre hermanos en el Antiguo Egipto eran costumbre en las castas reales pues procuraban mantener el poder encerrado en los clanes familiares.

Cleopatra, luego de quedar como exclusiva soberana, se convirtió en la amante de Julio César. Todos los escritores que se refieren a la relación entre César y Cleopatra, la describen como arrolladora. No sólo pasaban la mayor parte del tiempo juntos, bien en largas fiestas y banquetes reales o en viajes por el Nilo, sino que César, única y exclusivamente por amor, entró en una guerra muy complicada en Egipto, contra Pompeyo, en la que puso en peligro el imperio romano.
Es curiosa la llegada de Cleopatra. Se hizo envolver desnuda en una rica alfombra que, transportada a hombros de un servidor, no encuentra obstáculos para ser llevada ante César, como si fuese uno más de los asombrosos regalos. César presencia como se desenrolla la alfombra y aquí empieza un amor que ocasionó una guerra para restaurar a Cleopatra como reina de Egipto.


Lo siguió a Roma y tuvo un hijo con él: Cesáreo. Después de que julio César fuera asesinado en el 44 a. de C., Cleopatra huyó de Roma. Ganó entonces los afectos de Marco Antonio y con él regresó triunfante a Egipto en el 42 a. de C. En el 36 se casaron. Esto enfureció a Octavio, (pues Antonio había rechazado a su hermana) que entonces regía los destinos de Roma y decidió destruirlos. En el año 31 una flota conjunta de Antonio y Cleopatra fue totalmente aplastada por las fuerzas de Octavio.

El amor de Marco Antonio por Cleopatra se impuso, tanto a las súplicas de su primera mujer, Fluvia, que intentó separarle de la reina egipcia hasta su muerte, como al posterior matrimonio con Octavia, hermana de Octavio.
Plutarco, el historiador, cuenta que Marco Antonio
"no estaba en posesión de sus facultades, parecía estar bajo los efectos de una droga o brujería. Estaba siempre pensando en ella, en vez de pensar en vencer a sus enemigos".
Marco Antonio convivió con Cleopatra y tuvieron dos gemelos, a los que llamaron Alejandro Helios y Cleopatra Celene (Alejandro “el sol” y Cleopatra “la luna”).


Una vez más, en esta historia, está presente el destino trágico de los amantes famosos. Marco Antonio fue informado de que Cleopatra había muerto al envenenarse. Se habían prometido que uno seguiría a la muerte al otro, así que Marco Antonio se quita la vida. Aquí la historia está confusa. Unos dicen que Marco Antonio se envenena. Mientras el veneno empieza a hacer efecto se entera de que realmente Cleopatra no había muerto, pero ya es tarde, y hace que le conduzcan hacia ella para poder morir en sus brazos. La otra versión de la historia es que se clava una espada.
Tras sepultar a Antonio, Cleopatra decide morir.
Las heridas que se hizo en el pecho, llorando ante el cuerpo de Marco Antonio, se habían infectado. La fiebre y su abandono, al negarse a tomar alimentos, hacen temer lo peor.
En este momento aparece el vencedor, Octavio, que era cuñado de Marco Antonio, pero pronto comprendió la importancia política de que Cleopatra desfilase junto a él en la conmemoración de su victoria.

Cleopatra se recupera e intenta repetir la maniobra seduciendo a Octavio, pero no le gusta su nariz y hace inmortal la frase “si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta, la historia del mundo habría cambiado”. Así que Cleopatra, negándose a la humillación de compartir el “triunfo” de Octavio, elige la única salida posible, se hizo vestir con sus mejores galas, envió un mensaje a Octavio pidiendo que su cuerpo fuese sepultado junto al de Antonio y se dejó morder por un áspid.

viernes, 17 de agosto de 2007

Pigmalión y Galatea


Durante mucho tiempo Pigmalión, Rey de Chipre, había buscado una esposa cuya belleza correspondiera con su idea de la mujer perfecta. Al fin decidió que no se casaría y dedicaría todo su tiempo y el amor que sentía dentro de sí a la creación de las más hermosas estatuas.

Al rey no le gustaban las mujeres, y vivió en soledad durante mucho tiempo. Cansado de la situación en la que estaba, empezó a esculpir una estatua de mujer con rasgos perfectos y hermosos. Así, realizó la estatua de una joven, a la que llamó Galatea, tan perfecta y tan hermosa que se enamoró de ella perdidamente. Soñó que la estatua cobraba vida. El rey se sentía atraído por su propia obra, y no podía dejar de pensar en su amada de marfil.

En una de las grandes celebraciones en honor a la diosa Venus que se celebraba en la isla, Pigmalión suplicó a la diosa que diera vida a su amada estatua. La diosa, que estaba dispuesta a atenderlo, elevó la llama del altar del escultor tres veces más alto que la de otros altares. Pigmalión no entendió la señal y se fue a su casa muy decepcionado. Al volver a casa, contempló la estatua durante horas. Después de mucho tiempo, el artista se levantó, y besó a la estatua. Pigmalión ya no sintió los helados labios de marfil, sino que sintió una suave y cálida piel en sus labios. Volvió a besarla, y la estatua cobró vida, enamorándose perdidamente de su creador. Venus terminó de complacer al rey concediéndole a su amada el don de la fertilidad.

Ovidio dice así sobre el mito en el libro X de Las metamorfosis: «Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez, y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos.»

Cuando despertó en lugar de la estatua se hallaba Afrodita, que le dijo "Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal". De esa forma Galatea se transformó en una mujer real.

martes, 14 de agosto de 2007

Los Amantes de Teruel


Estamos en los primeros compases del siglo XIII. En Teruel suenan campanas a boda; es el sonido que recibe a un caballero que, exhausto, llega a la villa por la cuesta de la Andaquilla.

Se trata del popularmente conocido como Diego de Marcilla (Juan Martínez de Marcilla según los textos históricos), que regresa rico y famoso tras tomar parte en múltiples batallas.
Diego (o Juan) está enamorado desde niño de Isabel de Segura con un
sentimiento correspondido. Pero mientras que ella es de una familia importante, él es hijo segundo de otra más modesta. Sin embargo, el padre de Isabel accede a darle cinco años de tiempo para enriqueciese, tras los cuales y con este requisito podrá desposar a Isabel.

Corre el año 1.217. El mismo día que cumple el plazo, Diego regresa a Teruel.


Al poco de llegar, es informado de que el ambiente festivo y engalanamiento de la villa se debe a que Isabel de Segura acaba de desposarse. La presión de la familia
y un pretendiente muy principal, han acelerado el enlace. Los sentimientos de Diego son contradictorios: cólera, pesar, desazón, rabia... Decide ir al encuentro de su amada, para escuchar de su boca que se ha casado con Pedro Fernández de Azagra, hermano del Señor de Albarracín.


Al día siguiente, las campanas de boda han trocado sus tañidos por los de funeral. Una comitiva triste y silenciosa transporta el cadáver del infortunado amante depositándolo en el templo. Cuando van a comenzar los funerales, sale de entre el gentío una mujer con la cara velada que se acerca al fallecido: es Isabel de Segura. Destocándose, se acerca a su amado para darle el beso negado en vida, lo deposita en sus fríos labios y se desploma muriendo sobre él. La tradición asegura que murieron de amor, por eso fueron enterrados juntos, y juntos han permanecido hasta hoy.

Esta es la leyenda de LOS AMANTES DE TERUEL, por la que se conoce a esta
ciudad más que por ninguna otra cosa. Pero es éste un hecho tan repetido en la historia de nuestra doliente humanidad, que en todos los casos se cuestiona la veracidad y la originalidad de la leyenda. Es el corazón humano el que está puesto en ellas, y ese sí que es verdad, una verdad que se encarna en distintos lugares del mundo y en las más diversas leyendas cuyo denominador común es siempre el mismo: LA FUERZA DEL AMOR.

Los estudiosos de esta leyenda apuntan a que se parece mucho a uno de los cuentos del Decamerón de Boccaccio, que a su vez es recopilación de una leyenda anterior. Es una prueba más de la constancia del corazón humano y de la fe que tiene la humanidad en el AMOR.

La leyenda de LOS AMANTES DE TERUEL ha sido reescrita más de 20 veces por plumas tan prestigiosas como la de Tirso de Molina, que la han llevado a la poesía, a la novela y al teatro. Y como broche de oro, el maestro Tomás Bretón la elevó a la dignidad de la ópera: inspirada en la obra de Harzenbusch, con libreto del mismo maestro Tomás Bretón y dividida en cinco actos, se estrenó en el Teatro Real de Madrid el 12 de febrero de 1889.


En cuanto al origen,en 1555 se descubrieron las momias enterradas en la capilla de San Cosme y San Damián. Junto a ellas, según el testimonio posterior del notario Yagüe de Salas, apareció un documento antiguo que recogía el suceso. Juán de Ávalos esculpió las estatuas yacentes bajo las que reposan ahora las momias. La fría serenidad de los Amantes, cuyas manos no llegan a juntarse, es símbolo de un amor que desborda los conceptos humanos. Los restos de los Amantes se pueden visitar en el Mausoleo de los Amantes en Teruel.